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- La adicción a comer respuesta a un sistema de recompensa -

En épocas prehistóricas, la comida era un recurso escaso e impredecible. Nuestros ancestros no sabían cuándo sería su próxima comida. Por ello, evolucionamos para desarrollar un cerebro que nos impulsara a buscar y consumir la mayor cantidad posible de calorías cuando estas estuvieran disponibles. Los alimentos ricos en azúcar y grasa ofrecían una fuente de energía densa y vital para sobrevivir a periodos de hambruna, huir de depredadores o soportar enfermedades.

​El cerebro primitivo desarrolló un circuito de recompensa que liberaba dopamina, un neurotransmisor del placer, al ingerir estos alimentos. Esto generaba una sensación de bienestar y felicidad, reforzando el comportamiento y asegurando que nuestros ancestros se sintieran motivados para buscar más de estas comidas calóricas.

​El problema surge cuando esa predisposición evolutiva se encuentra con el entorno moderno. Nuestro cerebro sigue programado para buscar calorías, pero ahora vivimos en un mundo de abundancia, donde los alimentos ultraprocesados están diseñados para ser irresistiblemente sabrosos y accesibles.

​Estos productos manufacturados tienen una combinación de grasas, azúcares y sal que no se encuentra en la naturaleza. Esto sobreestimula el circuito de recompensa, creando una respuesta que puede ser mucho más intensa que la que se obtendría de alimentos naturales. Esta disparidad entre nuestra biología ancestral y el entorno alimentario actual es la clave de por qué la "adicción a la comida" se ha vuelto un problema en la sociedad moderna. Es un mecanismo de supervivencia adaptado para la escasez que hoy opera en un mundo de exceso.

El circuito de recompensa del cerebro: comemos para sentirnos bien, y luego necesitamos comer más para mantener esa sensación.

​A menudo, la comida se usa para manejar emociones difíciles como el estrés, la tristeza o el aburrimiento. Esta es una forma de comer emocional. Si una persona se acostumbra a usar la comida como un escape o una forma de confort, se establece una asociación entre el acto de comer y el alivio emocional, reforzando el ciclo de buscar comida en momentos de angustia, lo que puede dar lugar a un patrón compulsivo.

​Con el tiempo, el cerebro puede desarrollar una tolerancia. Esto significa que se necesita una mayor cantidad de comida (o de comida con mayor contenido de azúcar y grasa) para obtener la misma sensación de placer. Este fenómeno es similar a lo que ocurre en la adicción a las drogas, donde se necesita una dosis cada vez mayor para alcanzar el mismo "subidón".

​En resumen, la adicción a la comida es un fenómeno complejo que combina la biología del cerebro con factores psicológicos y el entorno alimentario actual. No es una falta de fuerza de voluntad, sino una respuesta a un sistema de recompensa que se ha desequilibrado.

Para comprender cómo actúan los alimentos ultraprocesados en el cerebro, puedes ver el siguiente video.

Así actúa el azúcar y la grasa en el cerebro: ¿se trata de una nueva adicción?