Los orígenes del conflicto entre israelíes y palestinos son profundos, complejos y están muy disputados por ambas partes. Se remontan a finales del siglo XIX y principios del XX, con el choque de dos movimientos nacionales: el sionismo judío y el nacionalismo palestino árabe.
El conflicto nace del choque entre dos pueblos con narrativas nacionales profundas y dolorosas, cada una de las cuales siente que su derecho a la autodeterminación y a la tierra es negado por el otro. La imposibilidad de reconciliar estas dos narrativas es el núcleo de la prolongada disputa.
La expulsión histórica del pueblo judío es un tema fundamental para entender el surgimiento del sionismo. No fue un único evento, sino una serie de expulsiones, persecuciones y migraciones forzadas a lo largo de casi dos milenios.
Este recorrido de diáspora y trauma colectivo comenzó en el siglo I d.C., cuando el Imperio Romano destruyó el Segundo Templo de Jerusalén (70 d.C.) y, posteriormente, expulsó a la mayoría de los judíos de Judea tras la rebelión de Bar Kojba (135 d.C.). Este evento inició la gran Diáspora, dispersando a las comunidades judías por todo el mundo.
Durante la Edad Media, las expulsiones se intensificaron en Europa: Inglaterra (1290), Francia (múltiples veces, culminando en 1394) y, de manera especialmente traumática, España (1492) con el Edicto de Granada, que forzó a miles de sefardíes a huir o convertirse. En Europa del Este, los pogromos en el Imperio Ruso (especialmente desde 1881) y las masacres como las de Bogdán Jmelnitski (1648-1649) crearon una ola de emigración masiva. Este antisemitismo violento llevó al surgimiento del sionismo político a finales del siglo XIX, liderado por figuras como Theodor Herzl, quien argumentó que la única solución para la supervivencia judía era la creación de un Estado nacional en su tierra ancestral, Palestina.
La persecución culminó con el Holocausto (Shoah, 1933-1945), donde el régimen nazi exterminó a seis millones de judíos. Este horror convenció a la comunidad internacional de la necesidad de un hogar seguro para el pueblo judío, allanando el camino para el Plan de Partición de la ONU en 1947. Sin embargo, esta solución ignoró en gran medida las aspiraciones nacionales de la población árabe palestina, que ya llevaba décadas de resistencia contra el proyecto sionista y la inmigración judía patrocinada por el Mandato Británico (1917-1948).
El rechazo árabe al plan de la ONU llevó a la Guerra de 1948, conocida por los israelíes como su Guerra de Independencia y por los palestinos como la Nakba ("catástrofe"). Israel consolidó su estado y expandió su territorio, mientras que aproximadamente 700,000 palestinos fueron desplazados o expulsados, creando un problema de refugiados que perdura hasta hoy. La guerra de 1967 profundizó el conflicto: Israel ocupó Cisjordania, Jerusalén Este, Gaza y los Altos del Golán, estableciendo asentamientos considerados ilegales por el derecho internacional.
En este contexto, la Franja de Gaza, territorio bajo bloqueo israelí desde 2007, se ha convertido en epicentro de recurrentes crisis humanitarias. Las operaciones militares israelíes en Gaza, particularmente tras los ataques de Hamas del 7 de octubre de 2023, han sido denunciadas por numerosas organizaciones internacionales, incluyendo las Naciones Unidas, como posibles crímenes de guerra e incluso actos de genocidio. La ofensiva militar ha resultado con la muerte de decenas de miles de palestinos, en su mayoría mujeres y niños, la destrucción de infraestructuras civiles como hospitales y escuelas, y un desplazamiento masivo de la población, agravando aún más la crisis humanitaria.
La acusación de genocidio, presentada por Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia, se basa en la Convención sobre el Genocidio de 1948 y señala actos israelíes destinados a "destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso". La Corte, en sus medidas cautelares, ordenó a Israel prevenir actos de genocidio y permitir la entrada de ayuda humanitaria, aunque no emitió un fallo definitivo sobre la acusación.
Este capítulo oscuro en Gaza refleja la intensificación de un conflicto que parece insoluble mientras persistan la ocupación, la violencia armada y la negación de los derechos fundamentales de ambos pueblos. La comunidad internacional enfrenta el desafío urgente de exigir un alto al fuego, garantizar la protección civil y reiniciar negociaciones hacia una paz justa y duradera, basada en el reconocimiento mutuo y la coexistencia.
En esencia, el conflicto israelí-palestino es el choque entre dos narrativas nacionales: la judía, forjada por una historia de persecución y la búsqueda de seguridad, y la palestina, definida por la pérdida territorial, la ocupación y la lucha por la autodeterminación. La imposibilidad de reconciliar estos dos relatos, ambos legítimos y dolorosos, mantiene viva una de las disputas más complejas y prolongadas del mundo.

