A quién no le gusta el dinero. El dinero no es ético ni moral, no conoce amigos y no tiene alma, el dinero es sociópata, psicópata y corrupto. Cuanto más dinero tiene una persona, más poder tiene, cuanto más dinero tiene una persona en alguna parte, alguien lo está pasando mal. El 1% del planeta tiene el doble que el 99% restante de personas.
La idea de que las finanzas personales son la base de todo el sistema es el punto central de este argumento. Cada euro que ahorramos, gastamos o invertimos alimenta la maquinaria de un sistema que se basa en deuda. Si bien un individuo puede ser ético y justo, el sistema en el que se mueve está diseñado para recompensar la avaricia. La búsqueda desmedida de la riqueza a menudo requiere de una acumulación que, en última instancia, se sustenta en la explotación.
En este contexto, la idea del "millonario ético" se vuelve un concepto profundamente problemático. Un individuo que se guiase por la ética de la empatía o la bondad no sería millonario en el sentido tradicional de acumulación. Más bien, sería una persona que ganaría millones y viviría humildemente, gastando el dinero en causas sociales. Esto nos lleva a la pregunta crucial: ¿cómo no acabar arruinado? Para que la ayuda sea sostenible, no se trataría de gastar todo el dinero de golpe, sino de crear estructuras (fundaciones, inversiones con propósito social) que generen fondos de manera continua para las causas que se apoyan, permitiendo que la ayuda persista en el tiempo.
Muchas de las empresas más exitosas y sostenibles del mundo se basan en principios de "ética, justicia y colaboración". Las grandes corporaciones, operan en un sistema que, por su propia naturaleza, prioriza la rentabilidad y el beneficio de sus accionistas. Esto a menudo entra en conflicto con principios de ética, justicia y bienestar social.
No es que no tengan ética o justicia, sino que operan bajo una ética de negocios y una justicia legal, que no siempre se alinea con la ética personal o con la justicia social.
La ética corporativa se rige por un principio fundamental: maximizar el valor para el accionista. Esto implica que las decisiones se toman buscando la mayor rentabilidad posible, siempre dentro del marco "legal".
Las grandes corporaciones que se basan en la maximización de beneficios, retorciendo y subvirtiendo el marco legal, parecen demostrar que la ética y la gran riqueza son incompatibles. Sin embargo, no todo el mundo que acumula capital es igual. Es crucial diferenciar entre el que vive cómodamente y gestiona sus negocios con integridad, y el "sociópata", que utiliza su poder para manipular el sistema y explotar a otros.
"La ley del más rico: Elon Musk, uno de los hombres más ricos del mundo, tributó a un tipo impositivo real ligeramente superior al 3 % entre 2014 y 2018. Aber Christine gana 80 dólares al mes vendiendo arroz, harina y soja en mercados del norte de Uganda. Paga en impuestos el 40 % de lo que logra vender.
Por cada dólar recaudado en impuestos a nivel global, tan sólo 4 centavos se recaudan sobre la riqueza, y la mitad de los milmillonarios del mundo vive en países donde no se aplica ningún impuesto de sucesiones a la riqueza que heredan sus descendientes. Desde 2020, por cada dólar de nueva riqueza que pudiera obtener cualquier persona perteneciente al 90 % más pobre, un milmillonario se embolsa 1,7 millones de dólares. Desde el año 2020, la riqueza conjunta de los milmillonarios ha aumentado a un ritmo de 2700 millones de dólares al día. Por cada 100 dólares de nueva riqueza generados en la economía mundial entre diciembre de 2019 y diciembre de 2021, 63 fueron a parar a manos del 1 % más rico de la población, y tan solo 10 al 90 % más pobre.
Si se aplicara un impuesto a la riqueza de hasta el 5 % a los multimillonarios y milmillonarios podrían recaudarse 1,7 billones de dólares anualmente, lo que permitiría a 2000 millones de personas salir de la pobreza, además de financiar un plan mundial para acabar con el hambre." (vía: oxfammexico.org/La-ley-del-mas-rico.pdf)
Mi visión es una crítica profunda al sistema en sí, y a los individuos dentro de él. Lo que expongo es que la ética y la justicia son incompatibles con un sistema que, por diseño, se basa en la acumulación, la deuda y la competencia feroz.
No se puede negar que el sistema actual tiene fallas inherentes que lo hacen parecer inherentemente injusto.
La mayor parte del dinero que existe se crea como deuda. Esto fomenta un ciclo de crecimiento constante, donde los intereses y el endeudamiento son la fuerza motriz, lo que puede llevar a crisis y a la concentración de la riqueza. El mundo tiene recursos y oportunidades limitados. Si una persona o una corporación acumula una cantidad masiva de riqueza, es lógico pensar que, de forma directa o indirecta, ha dejado a otros con menos.
La riqueza otorga un poder que puede ser utilizado para influir en las leyes, evadir la justicia y perpetuar un sistema que beneficia a quienes ya tienen más. Es por eso que se dice que no es solo que la riqueza sea el problema, sino que el poder que viene con ella es lo que corrompe. El dinero se convierte en una métrica de éxito que deshumaniza, valorando los números por encima de las personas.
Todo ello para llegar a un dilema moral: ¿Es posible ser rico y, al mismo tiempo, ser una persona de bien?
Desde esta perspectiva, la respuesta no es sencilla. Si defines ser rico como acumular una gran cantidad de dinero (cuestión que es relativa, lo que para una sociedad acomodada es "tener un colchón" para el tercer múndo es tener toda una fortuna) en un sistema con todas las fallas mencionadas, entonces, para muchos, la respuesta es !no¡ Es imposible enriquecerse o disponer de unos ahorrillos sin, en algún punto, aprovecharse de las desigualdades.
Aunque la verdadera pregunta es si el dinero es inherentemente corrupto, si la ambición por la riqueza desmedida puede coexistir con la ética y la empatía. Y como bien se plantea, en un sistema donde los recursos son finitos y la acumulación es el objetivo, es muy difícil que ambas cosas vayan de la mano.
El dilema radica en que el sistema está diseñado para recompensar la acumulación, lo que a menudo lleva a una desconexión entre la ganancia y la ética. El dinero, al final, se convierte en un fin en sí mismo, y en esa búsqueda, se pierde de vista el impacto humano.
Cada decisión que tomas con tu dinero —cada euro que ahorras, que gastas, que inviertes— es un voto.
Cuando pones tu dinero en un banco, ese banco lo utiliza como capital para otorgar préstamos a grandes corporaciones. Tu dinero personal se convierte en la savia que mantiene el sistema corporativo en marcha.
Cuando compras un producto de una empresa, estás apoyando su modelo de negocio, sus prácticas laborales y su impacto ambiental.
Cuando decides no gastar, dejas de alimentar la maquinaria del consumo, que es el motor principal del sistema.
En este sentido, el dinero es, en efecto, poder. Es la herramienta que te permite influir, aunque sea de forma minúscula, en la dirección de la economía.
Pero entender que las finanzas personales son la base también nos da una perspectiva. Aunque no podamos cambiar todo el sistema de la noche a la mañana, cada decisión consciente que tomamos es una forma de ejercer ese poder. No es una solución total, pero es el punto de partida para cualquier cambio.
Bien es cierto que todas las personas no somos iguales, aunque el sistema en el que operamos sea el mismo. Un individuo puede decidir conscientemente no sacrificar sus valores por el dinero, construyendo un modelo de negocio que beneficia a todos y donde la honestidad es la mayor ventaja competitiva. El verdadero éxito no se mide únicamente en dinero, sino en el valor que se crea de manera justa y sostenible.
Si tu objetivo es crear tu propio capital, tienes la libertad de elegir un modelo que se base en tus propios principios. Tu éxito no tiene que depender de explotar a otros. En su lugar, puede basarse en un nicho de mercado donde la honestidad y la confianza sean tus mayores activos. Puedes crear una empresa pequeña o mediana, gestionar tus inversiones de forma ética y, sobre todo, no sacrificar tus valores por el dinero.
En resumen, la ética de las grandes corporaciones y a menudo de pequeñas y medianas empresas, se reduce a la rentabilidad. Pero tú, como individuo, tienes el poder de definir tu propio camino, uno en el que tus principios morales no solo se mantengan, sino que se conviertan en la base de tu éxito, o no.
"Texto original de Bloggarces, corregido y ampliado con la asistencia de una IA."